Dos hombres se besaron en un boliche: los echaron y un policía los amenazó

Ocurrió en Necochea el último fin de semana. Los patovicas los expulsaron de la manera más violenta y en la comisaría recibieron un trato peor.


Una noche de sábado que prometía ser agradable desembocó en una secuencia de episodios homofóbicos. Marcelo Mangini, un porteño de 33 años que el fin de semana viajó a Necochea junto a sus amigos para visitar a sus familiares, vivió una pesadilla de la que le costó despertarse.

Los jóvenes habían asistido al Festival de Música Independiente y tenían pensado extender la noche con una visita a un boliche, el Tom Jones Bar. La idea era bailar. Divertirse. Pero a Mangini besarse con otro hombre en la pista le trajo problemas. El dueño del local bailable se les acercó para pedirles que interrumpieran el acto. «Hay familias», alegó. Eran las 3.30 de la mañana. «Pueden quedarse, pero paren de besarse», insistió y se retiró.

Mangini y el chico salieron al patio, donde estaban sus otros amigos. Allí volvieron a bailar, también a besarse y esta vez no fue el dueño sino dos patovicas quienes los increparon. «Nos habían estado siguiendo desde el encuentro con el dueño, era como una marca personal —dijo el joven—. Hicieron el mismo planteo: ‘somos empleados, seguimos órdenes, hay clientes a los que les molesta'». Y abandonaron la escena.

Minutos más tarde Mangini se volvió a cruzar con el dueño, a quien le pidió explicaciones sobre lo que estaba ocurriendo. «¿Qué onda este hostigamiento? ¿Por qué? Ahí él no quiere hablar con nosotros, se va caminando de forma muy desagradable y prepotente. Hace un gesto con la mano arriba como mirando a los patovicas y les dice: ‘a estos sacámelos'».

Los empleados de seguridad y los jóvenes se volvieron a encontrar.

«En un momento uno dice ‘por las buenas o por las malas’, se da vuelta, me hace como un gancho en el cuello y me empieza a arrastrar en el aire. Forcejeo, me como un par de trompadas, va abriendo camino entre la gente y después llegando a la puerta me revolea como una bolsa de papas a la vereda», relató en diálogo con Franco Torchia en La Once Diez.

Una vez afuera el grupo discutió sobre la posibilidad de formular una denuncia en la comisaría. Pero de la dependencia policial solo se llevaron otra humillación. Cuando le contaron al oficial lo que había sucedido en el boliche, recibieron una respuesta que los dejó atónitos. «Hizo un discurso donde rescató que era un lugar privado, que tiene sus propias reglas, que el dueño decide. Lo que nos decía es que nosotros desafiamos la potestad de él de sacarnos y que al resistirnos generamos violencia», contó la víctima.

En algún momento la exposición adquirió un tono todavía más violento y uno de los presentes decidió comenzar a filmar la situación. «Nos preguntan si tomamos alcohol, empieza como un amedrentamiento, llama por la radio a los que tienen que hacer el test, empieza a crecer todo (…). Eso empieza a desescalar, se da cuenta de que todo se está yendo al carajo y rescata que hubo lesiones —contó—.Y dice: ‘bueno, les tomo la denuncia’. Y pasa a un cuarto con el chico con el que estaba, que iba a ser testigo».

Luego el efectivo regresó para intimidar al grupo otra vez. «No me gustaron para nada sus formas. Llegan a subir el video a las redes y les meto una denuncia a cada uno», amenazó. En ese momento decidieron descartaron la idea de formular la denuncia. «En estas condiciones no la voy a hacer, no te voy a dar mis datos personales porque me estás amenazando, sos un homofóbico», le lanzó Mangini.

«Terminamos en la calle re victimizados. Tuve un par de días de angustia, de mucha impotencia. Una situación de desprotección muy grande», dijo el joven, que denunció estos hechos a través de un posteo en sus redes sociales. Su testimonio se viralizó y el perfil del boliche se colmó de repudios a tal punto que a los administradores no les quedó otra opción que cerrarlo.

«Lo que nos estaban pidiendo era que nos enclosetáramos, que pasáramos desapercibidos…», concluyó Mangini, angustiado.

FUENTE: INFOBAE

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